¿Por qué los pobres no van a la universidad?

Juan F. Castro

Uno de los resultados más significativos sobre la matrícula en la educación superior en el Perú es su sesgo anti-pobre. De acuerdo con las estadísticas más recientes de la Encuesta Nacional de Hogares, en el 20% más pobre de la población sólo 10 de cada 100 jóvenes con secundaria completa se encuentran matriculados en alguna universidad. En contraste, en el 20% más rico de la población, el 35% de los jóvenes se encuentra cursando este nivel educativo (ver Gráfico No. 1).

Gráfico N°1
Porcentaje de jóvenes con 22 años o menos y secundaria completa matriculados en la instrucción superior, según quintil de ingreso y total
Porcentaje de jóvenes con 22 años o menos y secundaria completa matriculados en la instrucción superior, según quintil de ingreso y total
Fuente: ENAHO (2010).
Elaboración: Propia.

Diversos estudios han documentado cómo la educación superior es una inversión con un alto retorno. Castro y Yamada (2010), por ejemplo, estiman que el retorno a la educación superior universitaria puede llegar hasta un 17%, incluso luego de considerar los costos de matrícula. Por lo mismo, llama la atención el reducido porcentaje de jóvenes que se encuentra matriculado en la educación superior, especialmente entre las familias de menores ingresos.

La explicación más obvia para este resultado tiene que ver con la existencia de restricciones monetarias: las familias pobres no cuentan con los recursos monetarios propios ni con el financiamiento necesario para cubrir los costos directos e indirectos de la educación superior. Es por esto que, a pesar de su alto retorno, las familias más pobres no se embarcan en este tipo de proyecto.

La decisión y posibilidad de matricularse en una universidad no sólo depende del dinero.

Por más satisfactoria que parezca la respuesta anterior, es necesario tomar en cuenta que la decisión y posibilidad de matricularse en una universidad no sólo depende de la disponibilidad de recursos monetarios. También depende del acervo de habilidades que tiene el joven al concluir la educación básica, y de la importancia que éste y familia le dan a la educación. Estos factores influyen tanto sobre las opciones de educación universitaria disponibles como sobre los costos y beneficios esperados de dicha educación. Preguntas como: ¿podré superar con éxito el proceso de selección, los cursos y exámenes de grado?, ¿qué tanto esfuerzo me significará estudiar?, ¿valdrá la pena realizar este esfuerzo? son, sin duda, relevantes para la decisión de progresar o no la instrucción superior y la respuesta depende de las habilidades del joven y de sus preferencias por la educación.

Al respecto, Carneiro y Heckman (2002) plantean que la posibilidad de continuar hacia la instrucción superior debe ser analizada tomando en cuenta dos tipos de restricciones: (i) restricciones financieras de corto plazo; y (ii) restricciones de largo plazo relacionadas con el entorno familiar y la calidad de la instrucción básica. Estas restricciones de largo plazo determinan el acervo de habilidades con las que el joven termina la educación básica así como sus preferencias por la educación.

Desde el punto de vista metodológico el análisis de la importancia relativa de estos dos tipos de restricciones se dificulta debido a la existencia de una fuerte correlación entre los ingresos corrientes y la capacidad del hogar para asegurar un adecuado proceso de acumulación de habilidades en el joven. Para llevar a cabo este análisis es fundamental contar con una medida directa de las habilidades de los individuos.

Por primera vez en el Perú, esta información ha sido recogida de manera sistemática y en una muestra representativa del ámbito urbano a través de la Encuesta Sobre Habilidades y Funcionamiento del Mercado Laboral Peruano (ENHAB). Esta encuesta fue desarrollada por el Banco Mundial y la información fue recogida a lo largo del año 2010. En lo que respecta a las habilidades cognitivas, se construyeron puntajes estandarizados que dan cuenta de la destreza numérica, capacidad para la resolución de problemas, memoria de trabajo, y fluidez verbal. Toda esta información fue promediada a una medida única de “habilidad cognitiva”. Por el lado de las habilidades no cognitivas, la ENHAB incluye preguntas que permiten medir la capacidad del individuo para fijarse metas de largo plazo y su grado de perseverancia (grit).

Con esta información, Castro, et al., (2011), estimaron y simularon un modelo estadístico que explica la probabilidad de que un individuo con secundaria completa acceda a la educación superior universitaria. Su objetivo fue evaluar la importancia relativa que tienen las restricciones monetarias vs. el acervo de habilidades y otras características del individuo asociadas a sus antecedentes familiares y educativos, para explicar la brecha de matrícula discutida líneas arriba. Para esto, partieron de la probabilidad de matrícula de un individuo pobre y fueron simulando uno a uno el efecto de cambiar: (i) su condición económica a no pobre (que equivale a aliviar las restricciones monetarias del hogar); (ii) el nivel educativo de sus padres al promedio de un individuo de no pobre; (iii) sus antecedentes educativos al promedio de un individuo no pobre: y (iv) sus habilidades cognitivas y perseverancia (grit) al promedio de un individuo no pobre. Luego, calcularon el porcentaje de la brecha pobre-no pobre de matrícula en la educación universitaria que es posible cerrar con cada cambio. Los resultados se muestran en el Gráfico No. 2.

Gráfico N°2
Porcentaje de la diferencia pobre-no pobre que es posible cerrar si es que se modifica la condición económica, antecedentes familiares y educativos o las habilidades de un individuo pobre
Porcentaje de la diferencia pobre-no pobre que es posible cerrar si es que se modifica la condición económica, antecedentes familiares y educativos o las habilidades de un individuo pobre
Nota: los valores extremos indican el intervalo de confianza al 95%.
Fuente y elaboración: Castro, et al., (2011).

Como puede apreciarse, las diferencias en ingreso familiar explican, a lo más, la mitad de las diferencias en acceso a la educación superior universitaria. El resto de la brecha tiene que ver con diferencias en los antecedentes educativos del individuo, el nivel educativo de sus padres y su acervo de habilidades cognitivas.  Por lo tanto, por lo menos la mitad del sesgo anti-pobre en el acceso a la educación superior tiene que ver con la existencia de restricciones de largo plazo que limitan la adquisición de habilidades básicas, y con diferencias en antecedentes familiares que determinan las preferencias por educación del individuo.

Estos resultados imponen un reto importante para el diseño de políticas orientadas a lograr que más jóvenes de escasos recursos accedan a la educación superior. En primer lugar, no debemos sobreestimar el impacto de un esquema de becas y/o crédito focalizado: parte importante de los problemas de acceso de las familias pobres es el resultado de restricciones de largo plazo que no pueden ser revertidas con una transferencia de dinero. Asimismo, en este tipo de programas el balance entre eficiencia y equidad será difícil de lograr: si en aras de la equidad buscamos transferir recursos a los más pobres corremos un mayor riesgo de estar interviniendo sobre una población donde las restricciones en términos de habilidades son más fuertes y, por lo mismo, corremos un mayor riesgo de que estos recursos no sean bien aprovechados (es más probable que el joven termine desertando o, si se gradúa, sea de una institución de poca calidad).

Por lo mismo, es indiscutible la necesidad de que cualquier esquema de becas y/o crédito focalizado en jóvenes de escasos recursos económicos venga también acompañado de un riguroso mecanismo de selección de beneficiarios que esté basado en su potencial académico. Con miras a favorecer la articulación entre el nivel de instrucción básico y superior, convendría que esta selección se base en los resultados de una prueba estandarizada que evalúe las habilidades básicas que se espera logren los jóvenes al concluir la educación básica.

Castro Carlín, Juan Francisco

Juan F. Castro

Master of Science en Economía por el London School of Economics and Political Science (LSE), Inglaterra. Bachiller y Licenciado en Economía por la Universidad del Pacífico. Profesor del Departamento de Economía de la Universidad del Pacífico e investigador del Centro de Investigación de la misma casa de estudios. Ha publicado dos libros sobre econometría aplicada y dictado diversos cursos de extensión sobre el tema. Tiene diversas publicaciones relacionadas con el diseño y evaluación de políticas sociales con énfasis en la educación.

Áreas de especialización:
Acceso y calidad de la educación superior, Formación de habilidades, Econometría aplicada.