Don Quijote, ¿héroe o antihéroe?

Ángel Pérez

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha fue escrito por Miguel de Cervantes en dos partes. La Primera, se empezó a escribir en la cárcel y fue publicada el año de 1605, consta de 52 capítulos.La Segunda se publicó en 1615 y está compuesta de 74 capítulos. La trama es aparentemente simple: la historia de un hidalgo español del siglo XVII aficionado a los libros de caballería, que pierde el juicio por la cantidad de novelas que lee. Alonso Quijano es un noble español, venido a menos, que  enarbola el ideal de la caballería andante y cambia su nombre por el de don Quijote de la Mancha. Pertrechado con antiguas armas, un viejo caballo  y acompañado por un labriego que hará las veces de escudero, se lanza a los campos y ciudades para deshacer entuertos, promover la justicia y cobrar eterno nombre y fama. A los personajes principales (don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza), cuya relación y diálogos son parte esencial del desarrollo de la obra, los acompañan una buena cantidad de personajes con los que se encuentra don Quijote a medida que la acción avanza, y que son una galería de las gentes que vivían en la España del siglo XVII.

Pertrechado con antiguas armas, un viejo caballo y acompañado por un labriego que hará las veces de escudero, se lanza a los campos y ciudades para deshacer entuertos, promover la justicia y cobrar eterno nombre y fama.

Las novelas de caballerías, a las que era aficionado el hidalgo, eran un pasatiempo común durante el Siglo de Oro. Grandes lectores de estas fueron Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola. Incluso los analfabetos escuchaban su lectura en voz alta cual si se tratara de una representación. Alonso Quijano tenía un afecto tal por ellas que se había obsesionado y gastaba mucho tiempo y dinero para poder leerlas. Las consecuencias se narran en el primer capítulo de la obra: «y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio». Se le llenaron la mente de esas imágenes que había leído en el Palmerín de Oliva o en el Amadís de Gaula y Alonso Quijano querrá ser un héroe, a la manera de los caballeros andantes.

Tenemos entonces a un hombre débil que se cree fuerte y que quiere alcanzar la heroicidad.

Tenemos entonces a un hombre débil que se cree fuerte y que quiere alcanzar la heroicidad. Sus debilidades muestran la imposibilidad teórica de ese objetivo, pues es frágil en todas las dimensiones de su existencia: en lo físico (cerca de la ancianidad y consumido por el insomnio y las lecturas), en lo psicológico (desbocado por su locura caballeresca) y en lo espiritual (incapaz de realizar acciones totalmente libres). Sin embargo, y a pesar de estos factores, don Quijote se cree fuerte. Muchos critican este disparate, y le quieren hacer volver a la vida solariega, como el ama cuando, en la segunda parte de la novela le pregunta:

Y ¿podrá vuestra merced pasar en el campo las siestas del verano, los serenos del invierno, el aullido de los lobos? No, por cierto, que éste es ejercicio y oficio de hombres robustos, curtidos y criados para tal ministerio casi desde las fajas y mantillas.

Pero don Quijote está convencido de su fuerza y una y otra vez se expone a los peligros. Esta figura del hidalgo delirante es la que asombra, sorprende y mueve a risa o pena. Muchas veces don Quijote cae derrotado, pero no se desanima. La energía quijotesca para emprender nuevas aventuras a pesar de las probables derrotas ha sido admirada por muchos lectores a lo largo de los siglos. En ese último aspecto podríamos decir que don Quijote es un héroe a la manera de la antigüedad clásica. Don Quijote se parece mucho a Ulises, el protagonista de la Odisea. Igual que en la Odisea en el Quijote se señala la precariedad de la naturaleza humana: el hombre expuesto a las inclemencias de la naturaleza, a los peligros de lo desconocido, al sufrimiento, a la injusticia y a la burla y crueldad de sus semejantes. Pero aquí hay una diferencia con respecto a la tradición literaria: el protagonista de Cervantes tiene el ingenio desbocado, es decir está loco.

Aunque su fragilidad encuentra paralelismos en la literatura como el caso de Eneas, que no puede rescatar a su esposa; o Aquiles, que muere debido a su única vulnerabilidad, el caso de don Quijote es diferente. Los héroes de la épica tradicional presentan ciertas fragilidades, pero no tienen un problema de las proporciones de Alonso Quijano, de manera que son aptos para enfrentarse a situaciones extremas. En la novela de Cervantes las situaciones externas no son extremas y sin embargo la mayoría de las veces terminan en fracaso. Don Quijote es un héroe que construye fantasías a partir de experiencias reales, y por eso numerosas veces sus aventuras se frustran.

Quizás la escena más emblemática y conocida sea la de la pelea contra los molinos de viento. En el campo manchego los molinos de viento suelen elevarse en las alturas de los cerros y se destacan sobre el cielo. Don Quijote creyó que los molinos eran unos gigantes que lo amenazaban. Lo curioso es que, a pesar del peligro aparente a don Quijote no le interesa el que otras fuerzas estén por encima de las suyas. Por eso se enfrenta a aquellos «desaforados gigantes» contra los que lucha «en fiera y desigual batalla». Evidentemente la historia termina en un desengaño. El caballero se enreda en las aspas de uno de los molinos y termina estampado contra el suelo.

Pareciera que don Quijote va en busca de sí mismo, de su propia historia y de su linaje.

Pareciera que don Quijote va en busca de sí mismo, de su propia historia y de su linaje. Su propia condición de hidalgo le hace indagar en torno a sus antepasados, encontrando lo que él cree que son las respuestas necesarias en la tradición caballeresca. Por eso, para él, ser fuerte significa ser caballero, enfrentarse a los peligros, a las situaciones de riesgo, a las empresas audaces. En ello imita a la perfección la tradición caballeresca europea de los siglos anteriores. Por otro lado, Cervantes nos presenta la imposibilidad del proyecto de don Quijote. Hacía ya mucho tiempo que no existían caballeros en Europa, y muchos de los valores caballerescos yacían herrumbrosos igual que las armas de los bisabuelos del hidalgo.

Por eso uno de los grandes aportes del Quijote a la novelística moderna es el planteamiento de un héroe cercano a la condición humana; puente entre el héroe antiguo y el hombre moderno. Un héroe con una gran certeza de los valores, pero complicado por sus propios problemas psicológicos, un héroe por momentos ridículo, por momentos fracasado, pero que refleja en sus acciones la enorme paradoja de la ética universal.

Pérez Martínez, Ángel Rubén

Ángel Pérez

Doctor en Literatura, Universidad Complutense de Madrid (España).
Magíster en Filología Hispánica, Instituto de la Lengua Española del CSIC (España).
Licenciado en Filosofía, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima.

Áreas de especialización:
Introducción a la filosofía, Literatura española del Siglo de Oro, Teoría de la literatura.