El quechua y el español en Warma Kuyay de José María Arguedas
Martina Vinatea Recoba
Warma kuyay ‘Amor de niño’ fue el primer cuento publicado por José María Arguedas en 1933. En ese momento, Arguedas tenía 22 años. El cuento aparece en la revista Signo. Luego, reaparecerá, en 1935, como parte del libro Agua que recoge, además de Warma Kuyay, a Los Escoleros y Agua.
Diversos autores han trabajado el problema de la expresión en Arguedas. La razón principal para ello es que se trata de un autor que escribe en español, para poder ser leído, pero que su intención primera fue escribir en quechua, su primera lengua, y aquella que él consideraba como el mejor vehículo de expresión.
Al respecto, veamos cómo se refiere el mismo Arguedas al problema lingüístico al que se veía enfrentado:
Cuando empecé a escribir, relatando la vida de mi pueblo, sentí en forma angustiante que el castellano no me servía bien. No me servía bien ni para hablar del cielo y de la lluvia de mi tierra, ni mucho menos para hablar de la ternura que sentíamos por el agua de nuestras acequias, por los árboles de nuestras quebradas, ni menos aún para decir con toda la exigencia del alma nuestros odios y nuestros amores de hombre. Porque habiéndose producido en mi interior la victoria de lo indio como raza y como paisaje, mi sed y mi dicha lo decía fuerte y hondo en Kechwa.
Como vemos, la insuficiencia del español para poder expresar el mundo del ande es un sentimiento que atraviesa toda la obra de Arguedas. Este sentimiento alcanza ribetes dramáticos al querer identificar la lengua y la realidad y especialmente cuando se trata de relatar episodios de rasgos épicos.
Para poder resolver esta situación, en un primer momento, al que pertenece Warma Kuyay, Arguedas opta por experimentar con la lengua. Así, el español se presentará en dos niveles distintos: uno para transcribir el lenguaje de los indios, lo cual resulta una suerte de traducción literal del quechua que conserva incluso las estructuras sintácticas; y otro una construcción en español que le sirve al narrador, en primera o tercera persona, para describir y acotar aquello que considera necesario.
Ahora bien, este experimento fue recibido de manera diversa por la crítica: unos con aplauso, otros con verdadera incomprensión. Algunos críticos advirtieron que este recurso podía ser muy peligroso pues muchos lectores encontraban dificultades para seguir los diálogos y muchos los consideraban como textos escritos de manera inadecuada o errónea.
Posteriormente, Arguedas opta por el empleo correcto del español en todos los niveles. Pues, tal como asegura Rodríguez Garrido, Arguedas descubre que la insuficiencia reside en la tradición literaria y no en la lengua misma. Por ello, decide explorar posibilidades sistemáticas que no estaban presentes en la norma estándar; es decir, el uso lingüístico común a todos los países de habla hispana. Así, Arguedas se convierte en un traductor, pero ya no traduce literalmente sino que adapta los contenidos de la lengua de partida, el quechua, a la lengua de llegada, el español.
En Warma kuyay, se pueden distinguir claramente los dos niveles antes aludidos: por un lado el nivel dialógico en esta suerte de traducción literal de los contenidos del quechua, que mantiene hasta la estructura sintáctica y cuyo lenguaje resultante es una especie de ficción fuera de la norma estándar; y por otro, el nivel del narrador, en primera persona, cuya función es fundamentalmente descriptiva y emplea para ello un español correcto, que se encuentra dentro de la norma estándar.
Arguedas descubre que la insuficiencia reside en la tradición literaria y no en la lengua misma.
- ¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sausiyok’!
- ¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas!
- ¿Y el Kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta!
- ¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquillas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por eso Justina me quiere.
La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeaban como dos luceros. - ¡Ay, Justinacha!
- ¡Sonso, niño, sonso! – habló Gregoria la cocinera.
- Celedonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha… soltaron la risa; gritaron a carcajadas.
- ¡Sonso, niño!
Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda con la musiquita de Julio, el charanguero. Se volteaban a ratos para mirarme y reían. Yo me quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre.
Observaciones morfosintácticas
- El sustantivo
A) Se presentan algunos sustantivos propios españoles con sufijos quechuas: Justinay -ay, sufijo gramatical, indica primera persona o vocativo.
(en el ejemplo, vocativo)
¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sausiyok’!Justinacha -acha, sufijo derivativo, indica diminutivo.
¡Ay, Justinacha!B) Se presentan algunos topónimos y nombres de personas en quechua: Sausiyok Topónimo Kutu Apodo (significa cara de sapo) Chawala Topónimo Witrón Sustantivo común (significa patio de lajas destinado al acopio de material. Probablemente derivado de ‘Buitrón’ cuya acepción, en América, se refiere al sitio llano cerca de las minas donde se machaca el mineral) Misti Sustantivo común (nombra a las personas de clases dominantes) Viseca Topónimo Jarawi Sustantivo común (designa al canto de tipo ceremonial o religioso) C) Se presentan sustantivos cuya fonética ha sido alterada para imitar el habla de los indios. Abugau abogado ‘Endio’ indio - El adjetivo
El uso del adjetivo es limitado. Aparece, generalmente en la voz del narrador, siempre en posición final; es decir, después de sustantivo. - El pronombre
Llaman especialmente la atención los casos de leísmo (confusión entre el pronombre objetivo que funciona como objeto directo con el de objeto indirecto).¡Mátale con tu honda! > ¡mátalo con tu honda!
Todos los cholos le siguieron > Todos los cholos lo siguieron
Es importante destacar que este uso se presenta tanto en el diálogo como en el discurso del narrador.
- El verbo
Empleo del pretérito perfecto en lugar del pretérito indefinido
Es importante recordar que el pretérito perfecto se emplea para indicar una acción pasada y terminada que guarda relación con el presente, por ello, se le asocia con adverbios o locuciones que incluyen el tiempo presente. Mientras que el pretérito indefinido indica una acción pasada y acabada que no guarda relación con el presente; por ello, debe relacionarse con adverbios o locuciones temporales que excluyan el tiempo en el que se habla.Ayer no más la ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños!
Ayer = locución temporal que excluye el tiempo en el que se habla.
Ha forzado = pretérito perfecto, indica acción pasada que guarda relación con el presente.
Forzó = pretérito indefinido manifiesta una acción realizada en una unidad de tiempo que ya ha pasado para el hablante.
Así, la construcción correcta debió ser: Ayer la forzó
- El Orden de las palabras en la oración
Los elementos oracionales no pueden ir en cualquier orden. Cada idioma presenta tendencias específicas.
Los elementos oracionales no pueden ir en cualquier orden. Cada idioma presenta tendencias específicas. En Warma Kuyay encontramos, en el diálogo de los personajes indios, un orden de colocación de los elementos lingüísticos diferente de los del español estándar porque su intención es realizar una traducción literal del quechua, y las estructuras del quechua no coinciden con las del español.
Ayer no más la ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños!
[C + C + od + V + C + C]Un mejor ordenamiento de la oración es
Ayer, cuando fue a bañarse con los niños en la toma de agua, la forzó.
O
La forzó ayer, cuando fue a bañarse con los niños en la toma de agua.Si bien es cierto que el español posee libertad de construcción, no debe forzarse tanto el orden de construcción pues muchas veces se atenta contra la claridad de expresión.
¡Déjate, niño! Yo pues soy ‘endio’, no puedo con el patrón. Otra vez cuando seas ‘abogau’, vas a fregar a don Froylán.
¡De don Froylán es, no importa! ¡Es de mi enemigo!
¿Yo no más acaso? Tú también. Pero mírale al tayta Chawala: diez días más atrás me voy a ir.
Los ejemplos antes citados nos sirven como muestra de la constante experimentación arguediana. Sobre la base de esta experimentación con el lenguaje, Arguedas se preparó para la segunda etapa de su obra, que empieza con Diamantes y pedernales, publicada en 1954, en la que el sistema del español, con sus múltiples posibilidades, le permite una expresión lingüística lograda y suficiente.