Exclusión y pobreza: realidades conectadas
María Ángela Prialé
A propósito de la exclusión, Saul Karsz en su artículo “La exclusión: concepto falso, problema verdadero” plantea que reemplazar exclusión por otros términos como desocialización, o descalificación, no resolvería el dilema de si se trata de la superación de un concepto o simplemente de un reacomodamiento del mismo. En efecto, cuestiona si los nuevos significantes dicen mejor aquello que la exclusión social diría mal o si realmente se están identificando otras realidades.
Ese mismo cuestionamiento está vigente en la conceptualización de pobreza y exclusión social. ¿Se trata de un reacomodamiento o de una superación conceptual? ¿Ambos conceptos se sustituyen, se incluyen o se complementan?
La exclusión social
Empecemos por entender la exclusión social. El término exclusión no es novedoso. Sin embargo, a partir de la década de los noventa, un concepto que por sí mismo podía considerarse (…) polisémico, paradójico, especular y (…) consensual” se adjetiva con otro tanto o más complejo: “social” y ello deviene en el necesario reconocimiento de la existencia del excluido social, que está en la sociedad sin pertenecer a la misma. Es decir, valga la redundancia, ocupa un lugar en la sociedad que no es el deseado o el más conveniente para el mantenimiento del sistema.
La exclusión social es un fenómeno estructural, dinámico, multidimensional y en constante expansión que se define por una acumulación de déficits que se interrelacionan y se retroalimentan entre sí.
Aunque no exista una definición consensuada se puede decir que la exclusión social es un fenómeno estructural, dinámico, multidimensional y en constante expansión que se define por una acumulación de déficits que se interrelacionan y se retroalimentan entre sí y que dependerán de los parámetros de espacio y tiempo en que nos situemos. Además, la exclusión social se hace evidente en ciertos espacios de la vida de las personas: el económico, el laboral, el formativo, el sociosanitario, el residencial, el relacional y el de ciudadanía y participación, espacios que son atravesados por tres ejes sobre los que se vertebran las desigualdades sociales: edad, sexo y origen o etnia. Este concepto alude por un lado a la acumulación de desventajas sociales y por el otro al debilitamiento o ruptura de los vínculos sociales.
La pobreza
La pobreza es un término que no tiene, un estatus conceptual definido sino, más bien, valor descriptivo para designar a un segmento de la población.
En cuanto a la pobreza, en el debate actual se pueden distinguir por lo menos dos enfoques para estudiarla y comprenderla. El primero, que podría llamarse económico, la relaciona con niveles bajos de renta, gasto o consumo. El segundo plantea ver la pobreza como una función de falta de capacidades individuales para alcanzar un nivel básico de bienestar humano; así, la pobreza de capacidades está vinculada a múltiples dimensiones como la educación y la salud, vinculándola con la noción de libertad.
La pobreza es un término que no tiene, hasta ahora, un estatus conceptual definido sino, más bien, valor descriptivo para designar a un segmento de la población que se encuentra en una situación carencial o deficitaria. La pobreza se puede medir en términos relativos y absolutos. Relativos al momento en que se efectúa la medición y al ámbito territorial en que se realiza y absolutos en términos de la incapacidad de las personas para satisfacer las necesidades básicas. Ambos tipos de medición presentan inconvenientes de subjetividad y comparabilidad.
Los índices empleados para medir la pobreza han sido, sin excepción, objeto de severas críticas conceptuales y operacionales. Se cuestionan, por ejemplo, la selección de las necesidades que se considerarán básicas y la ponderación de cada una de estas necesidades en los índices. Asimismo, se cuestiona el método empleado para el cálculo de los indicadores de pobreza, ya que pueden ocultar las desigualdades que se presentan en la distribución de los recursos al interior del hogar por razones de sexo o edad. Ni siquiera el índice de necesidades básicas insatisfechas, ni la línea de pobreza, ni el índice de desarrollo humano se libran de estos cuestionamientos.
Vínculos entre pobreza y exclusión
El vínculo entre ambos conceptos se presenta sobretodo en el campo de la definición de políticas de bienestar. Después de todo, el concepto de exclusión social resulta más completo que el de pobreza en su afán por medir el impacto de la mundialización y la creciente vulnerabilidad social. Las respuestas que se plantean desde la exclusión social a las desigualdades del sistema van un paso más allá y complementan a aquellas que se originan en la lucha contra la pobreza, pues permiten que los tomadores de decisiones se sitúen en contextos complejos y que abarquen el objetivo más amplio de construir sociedades con mayor cohesión social.
Otro vínculo importante es el que se encuentra en la dimensión económica de la exclusión social y la pobreza. No toda exclusión social deriva de la falta de recursos aunque la falta de recursos acentúe la posibilidad de caer en posiciones de exclusión. La pobreza no es una condición ni necesaria ni suficiente para considerarse excluido aunque a menudo lo acompañe.
Un elemento adicional de contacto se encuentra en la relatividad y permeabilidad de ambas definiciones, hecho que se agudiza por la carencia de indicadores confiables y aplicables en diversos tiempos y espacios geográficos. En ese sentido, la medición de la pobreza ha avanzado algo más. Sin embargo, las fronteras entre pobre y no pobre y entre excluido, vulnerable e incluido no quedan claras. De no contar con indicadores adecuados existe riesgo de que población con justicia beneficiaria de programas de inclusión o de lucha contra la pobreza, quede fuera de los mismos o sea afectada por la estigmatización.
Conclusiones
La definición de pobreza, absoluta o relativa, como privación material es poco realista y engañosa. Si esta fuera actualmente la única forma de definir o medir la pobreza, la conceptualización y operacionalización de la exclusión social implicaría un avance y no un reacomodo de términos pues si bien para superar la pobreza se requiere un consumo y unos ingresos adecuados, el debate acerca de la forma como esas personas obtienen dicho ingreso y nivel de consumo no puede dejarse de lado. Aún tomando el enfoque de pobreza de capacidades, si se eliminan del análisis los procesos sociales, políticos y psicológicos estructurales, el término pobreza, como explicación de la realidad, dice menos que el de exclusión social, y en ese sentido, el uso del termino exclusión social versus pobreza de capacidades se constituiría también en una superación conceptual.
Sin embargo, existen planteamientos en la literatura que más que de superación o reemplazo de conceptos proponen su integración y plantean que el bienestar económico, las capacidades y la exclusión social son tres enfoques relevantes para definir, medir y explicar la pobreza. A manera de ejemplo, y sin que sus conclusiones tengan un carácter definitivo, el International Institute for Labour Studies llevó a cabo estudios en varios países llegando a concluir que la exclusión social y la pobreza se refuerzan mutuamente y que una es sumamente importante para explicar a la otra.
La pobreza es un término de mayor trayectoria y uso que la exclusión. Utilizar uno u otro concepto tiene implicancias en la formulación de políticas públicas, hecho que va más allá de los problemas de medición. Sin embargo, lo que se conoce acerca de la exclusión, todavía es insuficiente para dejar de lado a la pobreza como orientadora. Por lo tanto y por lo pronto, ambos conceptos resultan complementarios y cuentan con debilidades compartidas ¿cuán diferentes son los excluidos de los pobres? o ¿por qué, si la pobreza ha sido criticada por la imprecisión de sus medidas, la exclusión se apoya tanto en esos mismo indicadores (índice de Gini, renta, porcentaje de población desempleada, etc.).
Finalmente, las dimensiones económicas, sociales y políticas de la exclusión permiten vincular los distintos tipos de pobreza con los distintos ámbitos de la exclusión, hecho que permitirá pasar de políticas centradas en lo material hacia políticas centradas en los procesos institucionales de la vida en sociedad. Falta mucho por hacer y, quizá la clave se encuentre en la operacionalización de la exclusión. Mirar la sociedad a través de las gafas de la exclusión social induce una nueva visión de aquellos problemas que veíamos pero que estaban desatendidos porque no tenían nombre.