¿Por qué la formación escolar debe ser integral?: Respuestas de la investigación educativa realizada en la UP
Karlos La Serna Studzinski
Las evaluaciones nacionales y diversas pruebas internacionales estandarizadas son usadas regularmente para medir el nivel de aprendizaje escolar y realizar comparaciones interesantes; por ejemplo, entre grupos de estudiantes, períodos o países. Sin embargo, sus resultados no están libres de restricciones. En primer lugar, están cargados de sesgos, pues se concentran en la evaluación del aprendizaje escolar de un conjunto limitado de disciplinas y temas; normalmente, de ciencias, lenguaje y matemáticas. Debido a ello, pierden de vista otros contenidos escolares, importantes para el desarrollo del estudiante, pero que no son seleccionados para ser evaluados.
Además, las evaluaciones estandarizadas difícilmente miden las denominadas “competencias blandas”, las cuales, según McClelland (1973), no se asocian a las “notas en la escuela” sino a las “notas en la vida”; por ejemplo, las capacidades para trabajar en equipo, para establecer y manejar las relaciones interpersonales, para comunicarse con personas de diferentes culturas, etc. Estas competencias contribuyen al “éxito académico”. Además, suelen ser determinantes para alcanzar logros en los ámbitos familiar, social y laboral; es decir, se asocian con el “éxito en la vida”. Sin embargo, las competencias blandas solo pueden ser evaluadas eficazmente mediante la observación y el análisis de la conducta, lo cual es incompatible con las pruebas estandarizadas, pues estas últimas se basan en preguntas con “alternativas múltiples”, en las que se debe seleccionar la única respuesta “correcta” entre varias opciones.
…las competencias blandas solo pueden ser evaluadas eficazmente mediante la observación y el análisis de la conducta…
Otra limitación importante de las pruebas estandarizadas es que evalúan el rendimiento académico inmediato; sin embargo, las competencias y capacidades que se generan en el colegio superan la etapa escolar. Por ello, en términos de Tejedor y García-Valcárcel (2007), conviene acudir al rendimiento diferido. Este último permite medir un cúmulo bastante significativo de conocimientos previos; por ejemplo, las experiencias de la etapa preescolar cuando el alumno asiste al colegio; así como el impacto del aprendizaje escolar sobre el desempeño en los estudios superiores o sobre el desarrollo profesional.
En la Universidad del Pacífico (UP), se han realizado diversas investigaciones que analizan el rendimiento diferido de los escolares peruanos. En ese sentido, sobre la base de información muy detallada proveniente de la población ingresante a la UP durante el año 2006, Beltrán y La Serna (2009) encontraron que las características del currículo escolar y las calificaciones alcanzadas durante la educación secundaria (especialmente las de matemáticas), constituían los factores más importantes para explicar el desempeño académico durante el primer año de estudios universitarios. Posteriormente, otra investigación de Beltrán y La Serna (2011) determinó que los factores escolares extendían su impacto sobre el rendimiento en educación superior más allá del primer año en los estudios universitarios.
Específicamente, Beltrán y La Serna (2011) encontraron que los rendimientos en matemáticas y lenguaje, alcanzados durante los tres últimos años de educación secundaria, constituían los factores más importantes para explicar el desempeño académico universitario y que su impacto no disminuía con el avance de los estudios superiores. En términos de rendimiento diferido, cada punto adicional en las calificaciones promedio en matemáticas, significaba 0.27 puntos más en la calificación acumulada anual en la UP. De la misma manera, cada punto adicional en lenguaje, se traducía en un incremento promedio de 0.19 puntos en la calificación acumulada anualmente en la Universidad. Ciertamente, las notas escolares reflejan, además de los conocimientos con los que el alumno inicia sus estudios superiores, varios factores no observables en él, como sus estrategias de aprendizaje, su organización para el estudio, su nivel de esfuerzo académico, entre otras habilidades que estarían siendo capturadas por el rendimiento escolar previo.
El resultado anterior no es sorprendente, pues las matemáticas y el lenguaje constituyen los saberes indispensables para asumir los aprendizajes de nivel universitario. Ello también calza con la importancia que, en todo el mundo, las evaluaciones nacionales le otorgan a la medición de los conocimientos escolares de matemáticas y comunicación. Sin embargo, no debe llevar a descuidar la formación integral y a orientar la mayoría de los esfuerzos de la misma hacia dichas áreas. En efecto, Beltrán y La Serna (2011) también encontraron que los denominados “colegios preuniversitarios”, que tienden a concentrase en preparar al escolar para resolver un examen de alternativas múltiples, como el que se debe afrontar para ingresar a las universidades, generaban un menor rendimiento diferido que los otros modelos de educación escolar.
El impacto negativo de los colegios preuniversitarios estaría reconociendo la importancia de la formación integral; es decir, de la inclusión, en el proceso educativo, de actividades destinadas al progreso de las capacidades motrices, de equilibrio personal, de inserción social y de relación interpersonal (Solé y Coll 1998). En ese sentido, los hallazgos de Beltrán y La Serna (2011) reconocen el valor formativo del arte, el deporte y los valores religioso-humanistas. Además apuntan a no descuidar el desarrollo de capacidades que permitan al estudiante realizar investigaciones; redactar ensayos; trabajar en equipo; exponer, argumentar y debatir; entre otros desempeños que son demandados durante los estudios superiores y que no pueden ser evaluados con pruebas de alternativas múltiples. Además, es importante reconocer que las mencionadas capacidades también son demandadas por el mercado laboral, tal como lo reveló una investigación realizada por Becerra y La Serna (2010).
En efecto, el estudio de Becerra y La Serna (2010) identificó y analizó las competencias que demanda el mercado laboral peruano de los jóvenes profesionales egresados de carreras vinculadas al campo económico-empresarial, sobre la base entrevistas a los responsables de las áreas de recursos humanos de una muestra de grandes empresas del Perú. Así, entre las competencias más demandadas por dichas organizaciones, están las habilidades para trabajar en equipo, orientarse al cliente y sostener relaciones interpersonales. Igualmente, las empresas requieren personal analítico, proactivo, orientado a resultados y con capacidad para adaptarse a los cambios. Dado que estas competencias se desarrollan desde la etapa escolar; se evidencia que la formación escolar no debe concentrarse en preparar al estudiante para que resuelva exámenes de alternativas múltiples; por el contrario, debe ser integral.